Un nuevo estudio revela que la posibilidad de que mamíferos acuáticos, como orcas, delfines y ballenas, regresen a la vida terrestre es prácticamente nula.
Los investigadores han descubierto que las adaptaciones evolutivas que les permitieron prosperar en el agua han superado un punto de no retorno, impidiendo su retorno al entorno original.
La transición de los peces a los tetrápodos hace millones de años fue un evento único y crucial que dio lugar a la diversificación de la vida terrestre.
Hace aproximadamente 250 millones de años, algunos mamíferos emprendieron el camino inverso, volviendo al agua.
Extremadamente adaptables, desarrollaron aletas en lugar de extremidades y un mayor tamaño corporal para conservar calor, convirtiéndose en especialistas acuáticos.
Este regreso al agua, aunque exitoso, implicó un costo evolutivo.Las adaptaciones adquiridas los alejaron de sus capacidades terrestres originales, marcando un punto de no retorno irreversible, tal como sugiere la ley de Dollo, formulada por el paleontólogo Louis Dollo en el siglo XIX. Esta teoría establece que una vez que un rasgo complejo desaparece de una línea evolutiva es improbable su reaparición.
Un estudio publicado recientemente analizó más de 5,600 especies de mamíferos y corroboró esta hipótesis.
Los investigadores descubrieron que las adaptaciones acuáticas son irreversibles una vez que se alcanza un cierto umbral.
Aumento de masa corporal para la conservación del calor en aguas frías y la adopción de dietas carnívoras para sostener metabolismos acelerados, representan ventajas en el agua pero desventajas en tierra.
Este estudio nos muestra que la evolución tiene límites definidos, explica uno de los autores del estudio.
Los mamíferos acuáticos, a pesar de su extraordinario éxito adaptativo en el agua, han cruzado un umbral evolutivo que los aleja para siempre de sus ancestros terrestres.
El estudio plantea preguntas sobre otros linajes de tetrápodos como anfibios y reptiles, investigando si la irreversibilidad evolutiva también se aplica a ellos.
Este trabajo no solo refuerza la validez de la ley de Dollo, sino que abre nuevas vías para explorar cómo la evolución establece límites en la adaptación a diferentes hábitats.