En la era digital, donde imágenes virales se comparten a una velocidad vertiginosa, un mito ha capturado la atención del público: la idea de que los animales pueden padecer síndrome de Down.
Historias y fotografías de criaturas con características inusuales, como el tigre blanco Kenny o el gato Otto, se han convertido en protagonistas de este fenómeno, mezclando emociones con desinformación científica.
La realidad es distinta.El síndrome de Down en humanos se produce por una trisomía del cromosoma 21, un evento genético único que no se aplica a los animales debido a diferencias significativas en su composición cromosómica.
Los gatos tienen 19 pares de cromosomas y los tigres también, lo que significa que no poseen un cromosoma 21 comparable al humano, explica un especialista en genética animal.
Esto no implica que los animales estén exentos de defectos genéticos o mutaciones que puedan producir características similares a las del síndrome de Down.
Es posible que experimenten otras anomalías cromosómicas o genéticas que les confieran ciertas características físicas distintivas, afirma el experto.
En el caso de Kenny, el tigre blanco famoso por su rostro achatado, la causa de sus deformidades no es el síndrome de Down, sino la endogamia a la que se someten los tigres blancos en cautiverio para preservar su inusual coloración.
La endogamia puede provocar graves problemas de salud y deformidades físicas, señala un biólogo especializado en conservación.
Otro ejemplo es Otto, el gato con características faciales peculiares, cuya condición no ha sido científicamente determinada, aunque se especula sobre una posible mutación genética o deficiencia nutricional como causa.
A pesar de la información científica disponible, el mito del síndrome de Down en animales persiste en redes sociales.
La viralidad de estos casos a menudo simplifica o distorsiona la ciencia detrás de ellos, contribuyendo a la confusión, advierte un genetista.
Compartir contenido sobre animales con características inusuales sin verificar su origen ni causa puede perpetuar la desinformación y trivializar las condiciones genéticas reales de los animales, así como el síndrome de Down en humanos.
Es importante recordar que cada caso necesita ser analizado individualmente por expertos para evitar la propagación de mitos y fomentar una comprensión científica precisa.